
Dependiendo del género cinematográfico la sincronización entre la música y la imagen debe de ser más o menos precisa. En el caso que nos ocupa, esta sincronización no hace falta que sea tan detallada, como lo seria por ejemplo en una película de terror, donde a la vez que aparece el asesino o el monstruo escuchamos un acorde de música para subrayarlo, de la misma manera que en los dibujos animados, utilizan la expresión llamada “Mickey Mouse Music” la cual se utiliza para marcar la acción e incluso para sustituir efectos de sonidos por otros efectos musicales.
Según los estudios de José Nieto, la música, por su naturaleza de sonido no diegético y por lo tanto no asociado físicamente a una imagen determinada, es el elemento sonoro con el que mejor podemos aprovechar la posibilidad de suavizar la sensación de sincronía, retrasando su punto de articulación con la imagen. El retraso de unos fotogramas en el inicio de una música o de un cambio sustancial en ella con respecto a las imágenes a las que corresponda, nos ayudará de manera definitiva a no dramatizarlas en exceso o a no subrayarlas con violencia o demasiado evidentemente.
Aplicando este procedimiento, podremos articular la música con la imagen y conservar un alto grado de sincronía entre ambas, pero manteniendo ésta en un segundo término que la hará pasar inadvertida. Y mientras en las películas de acción se busca precisamente una sincronía muy clara, entre otras cosas por que muy frecuentemente la función de la música entra de lleno en la de los efectos especiales (por ejemplo, Terminator), en otro tipo de películas, en las que la música juega un papel más expresivo, debemos evitar la sensación de sincronía mediante este sistema de articulación, reforzando con él la estructura de la propia música.